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5 antídotos para el duelo

  • Foto del escritor: glolacurandera
    glolacurandera
  • 23 abr
  • 4 Min. de lectura

¿Te ha pasado que a un compañero de trabajo o de estudio se le muere su hermano o su madre o alguien muy querido para él o para ella... y no encuentras ninguna cosa lógica o adecuada para decirle o solo atinas al refugio del clásico "Lo siento"? ¿Te ha pasado que te has quedado sin palabras cuando a alguien en el trabajo le acaban de diagnosticar una enfermedad grave? ¿Te ha contado tu hijo o hija que a algún compañerito o compañerita se le murió un@ herman@?


¡Cuántas historias conocemos y escuchamos a menudo! Las pérdidas, las muertes, las enfermedades, los accidentes y esas cosas “feas” que sentimos que les pasan a otras personas… a veces nos impactan muy de cerca en nuestro entorno laboral, de estudio o personal. 




Una amiga falleció


Cuando cursaba décimo año, en el 2003, Marcela, una amiga del colegio falleció. Todas mis amigas y compañer@s del cole teníamos 16 años… ¡16 años!… ¿Ustedes saben lo que significa para una adolescente de16 años que le pinchen el globo de la inmortalidad? ¡¡Fue terrible!! Obviamente entré en depresión… Creo que en ese momento solo mi mamá y mi familia se dieron cuenta… no se acostumbraba ni era normalizado llevar a las personas a la terapia psicológica (aunque estemos hablando del cercano 2003)… así que mi madre, padre y hermanas intentaban animarme con lo que fuera, con lo que ellas y él podían. 


Sin embargo, no tenía nadie con quién hablar. Sentía que al hablar con mi familia los “aburría” y siendo una adolescente de 16 años, sentía que no me entendían. En el colegio, mis amigas estaban igual, cada quien golpeada y transitando intermitentemente su dolor, cada quién se las ingeniaba como podía… Nunca las profesoras o profesores de clase abrieron un espacio para hablar de cómo nos sentíamos, de lo que estaba pasando, de lo que significaba. Básicamente fue silencio y soledad. 


Para mí (y estoy casi segura que para mis compañeras y compañeros del colegio) todo cambió. La muerte de Marcela nos tocó en diferentes partes de nuestra alma y corazones, por múltiples y diversas razones.


Mi tristeza no solo era mucha… sino de muchos colores nuevos que no podía reconocer y encima ¡claro!, transitaba mi propia adolescencia. Estaba enojada, frustrada, decepcionada… confundida... como cualquier adolescente... solo que era una adolescente en duelo (por supuesto, en ese momento no sabía que ese tránsito se llamaba así).  


Recuerdo que, después de 8 meses de un profundo ensimismamiento y aislamiento, mi mamá optó por llevarme al homeópata que me escuchó durante un buen rato y al finalizar, me dio un tarrito de gotas y otro de bolitas y le dijo a mi mamá que yo estaba en depresión, que me matriculara en algo que animara, algo donde pudiera moverme o hacer algo con mis manos o donde pudiera mirar otras perspectivas de la vida. 


Me matriculé en clases de baile. Al principio iba como parte de la "receta" que había mandado el doctor... luego de 9 meses iba por voluntad propia. Me empecé a sentir mucho mejor, como si el sol hubiera empezado a salir para mí. Incluso años después me convertí en instructora de baile (¡pero esa es otra historia!).



Imagen generada con Inteligencia Artificial
Imagen generada con Inteligencia Artificial

¿Qué antídoto quise haber tomado?


Cuando veo en retrospectiva esta experiencia entiendo que todos los personajes de la historia hicieron lo que pudieron con lo que tuvieron… pero efectivamente encuentro lugares de mejora, que son los que quiero compartir con vos... 5 antídotos que podemos usar a nuestro favor:


  1. Antídoto 1. Pausar. El proceso de duelo requiere una reconfiguración a todo nivel: tiene que ver con las pérdidas físicas, con lo tangible, pero también con lo que creemos de la vida y de la muerte, con la falta que nos va a ser esa persona, con la posición y la dinámica en la comunidad o la familia, con lo que implica a nivel comunitario o social ese fallecimiento, con cómo una se relacione con su espiritualidad... en fin ¡con todo!


  2. Antídoto 2. Comunidad. Diferentes estudios relacionados con la ciencia del duelo, han demostrado que 9 de cada 10 personas logran hacer un duelo adaptativo a lo largo del tiempo con el apoyo de sus amistades, familias y comunidad. Y este es el punto: ¡cobra relevancia el acompañamiento y los lugares seguros que podamos brindar como comunidad a las personas que están en duelo… sea en comunidades educativas, laborales, barriadas o comunidades en general!. 


  3. Antídoto 3. Hablar y escuchar. Definitivamente, el silencio ante la muerte y el duelo puede generar más dolor y sufrimiento. Abrir espacios seguros para que las personas duelantes puedan hablar libremente, puedan llorar, puedan escuchar y ser escuchadas es fundamental. 


  4. Antídoto 4. Información. Las instituciones educativas pueden ser pilares en el acompañamiento, y en la educación de la comunicación compasiva para atender, atajar, arropar y apapachar a las personas en duelo. También en la pedagogía de la muerte (que implica incluir a la muerte en la conversación cotidiana).  


  5. Antídoto 5. Acompañamiento. Es importante acompañar a docentes, padres, madres y personas encargadas de las infancias con herramientas adecuadas para hablar de estos duelos y de la muerte.



 
 
 

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